martes, 24 de mayo de 2011

Pension


Llegué a Neuquén de madrugada y solo conseguí una habitación compartida. No era muy grande. Tenía dos camas pequeñas y una mesa de luz en el medio. Un tipo ya estaba instalado y durmiendo. Apenas asomaba la cabeza por entre las sábanas. Todas sus porquerías ocupaban la superficie de la mesa de luz. Me llamó la atención su reloj. Era como el que usaba el chofer del colectivo que me llevaba al colegio. Dorado, de malla ancha y apariencia pesado. Siempre pensé que los que usaban ese tipo de relojes, eran unos grasas. Eso y las pulseras de cadena gruesa, con el nombre grabado. Quizás el tipo era un camionero. No me importó demasiado.
Estaba muy cansado. 
Ni siquiera me saque la ropa.  Dejé el bolso en el suelo y me cubrí con las frazadas. 
En lo personal, no me gusta compartir nada con nadie. Mucho menos, la habitación. Yo no era muy sociable en ese entonces. Nada de eso ha cambiado hasta el día de hoy.
Me desperté a media mañana y el tipo no estaba, tampoco el reloj.  La mesa de luz seguía llena de porquerías. Me  levanté e inmediatamente fui a hablar con el encargado de la pension. Le pedí que me cambiara a una habitación independiente, con baño privado. El tipo rió y me miró con cara burlona. Volví a la habitación, agarré la billetera, el abrigo y salí a la calle en busca de un lugar mejor.  

1 comentario:

  1. ...en ese entonces???...eso es real...ahora también...Que empieces bien la semana...beso

    ResponderEliminar