martes, 17 de julio de 2012

Un hombre se está muriendo en mis brazos



Un hombre se está muriendo en mis brazos. No sé como sucedió, ni como llegué a esta situación. Solo sé que lo tengo entre mis extremidades y está agonizando. Lo siento lentamente respirar. Casi no se mueve, ni habla. Se está yendo de a poco al más allá. Tiene la mirada perdida. No pestañea. Solo se sostiene apenas por un suave aliento.
Tengo a un hombre muriendo en mis brazos. No sé quién es, ni como se llama. No sé si tiene familia o está solo en el mundo. Simplemente llegó a mis brazos a morir. Trato de acomodarlo. Lo muevo lentamente para que se sienta un poco mejor. No sé que hacer con él. No sé qué decirle, ni cómo ayudarlo. Simplemente me mantengo en silencio a su lado. Por momentos levanto la mirada al cielo esperando un milagro. Tengo a este hombre abrazado. Pegado a mí. Sucumbiendo…
Puedo ver como de a poco se va quedando sin hálito mientras transpira. Por momentos se sacude. Esta entregado, lo sé. No hay nada más que hacer.
Es irónico el destino de las personas. Lo que hasta hace unas pocas horas emanaba vida como una hoguera, ahora se estaba apagando delante de mí. Tan solo es un cuerpo. Uno más entre los miles. Un alma que se va extinguiendo lentamente.
Este hombre se está muriendo de a poco. Se va relajando y va perdiendo calor. Lo acerco a mí pecho para contagiarle algo de vida, pero no resulta. Se enfría rápidamente con cada minuto que transcurre y va absorbiendo toda la sustancia que hay a nuestro alrededor, como un agujero negro.
Se va de mí. Siento como se desgarra el alma de su cuerpo. De repente cruje, aferrándose a lo poco de vida que le queda. Deja caer una lágrima que se pierde en el cuello de su camisa. Respira profundamente y deja de existir.