viernes, 17 de junio de 2011

La despedida


En mi casa, guardaba secretos. Tenía mi dinero escondido detrás de la cama. Era todo un rollo de billetes de muchos colores. Todo el dinero metido en una vieja y oxidada lata de café…  
Todos y cada uno de los centavos que pude guardar. Era mi seguro. Solo en caso de que me tuviera que ir. Y así sería…

- Me voy a ir, si me lo pedís. Pero podría quedarme, si te animas… Pero si aun así, me pidieras que me fuera de tu vida, me volvería loco. Tan loco que aullaría a la luna por las noches.

Y así fue como se dieron las cosas… 

miércoles, 1 de junio de 2011

La muerte


La iglesia me había dado asilo. Me encontraron tirado en una plaza, casi a punto de morir de frío y me llevaron hasta un cuarto vacío de ese lugar. Estaba sentado sobre un catre y aun después de varias horas de haberme dado un baño caliente, no sentía las manos. Todo mi cuerpo estaba entumecido y me dolían los huesos. Me invadía esa extraña sensación que se da justo antes de llorar.  
Había perdido mucho peso y se notaba. Estaba hundido en un profundo silencio, escoltado por la tenue luz de una lámpara de queroseno.
En el fondo del cuarto, un tipo estaba sentado en un sillón viejo. Apenas podía verlo. La tibia luz, apenas lo alcanzaba y solo se veía el contorno. Tenía las piernas cruzadas, una sobre la otra. Sus manos estaban cómodamente relajadas, sobre el posa brazos. Parecía ser un tipo joven.  Estaba vestido a la antigua. Camisa, pantalones de vestir y zapatos. Tenía la cabeza gacha. Parecía estar cansado o abatido.
Por alguna extraña razón, ese tipo me resultaba familiar. Pero de algo estaba seguro, la escasa sombra que proyectaba, no era la de un vivo. Era un espíritu errante, perdido…
Dicen que la muerte lo sigue a uno todo el tiempo, hasta que se presenta. Y llega un momento en nuestras vidas, en que esta se vuelve nuestra amiga, nuestra compañera. Nadie la vio, ni tiene idea de su aspecto o forma. Yo estaba seguro de que ese tipo, no era otra cosa más que su manifestación.
Pero no era mi hora. Solo estaba ahí, haciéndome compañía. No había nada que decir. Todas las palabras, en ese contexto, perdían relevancia.
Había algo extraño flotando en el ambiente. Un oscuro secreto, con olor a viejas maderas rancias. Por momentos, me asustaba la idea de pensar que la muerte tenía un aspecto muy parecido al mío. Después de muchos años, nos habíamos encontrado.   
A veces, tiempo atrás, jugaba a buscarla. Trataba de sorprenderla con una mirada fugaz, a través del rabillo del ojo. Astuta y esquiva. Se me escapaba. Saltaba entre las sombras al pasar.
El tipo seguía ahí, cómodamente sentado. Quise incorporarme, para verlo mejor. Estire los brazos y me impulsé. Mis huesos crujieron como ramas secas. Exhalé profundamente y maldije a todos los santos. En ese mismo momento, levante la mirada hacia el sillón y el tipo había desaparecido.